Llegar a casa y darte cuenta de que aquello que no hace tanto entendías como
“hogar” ha pasado de ser el anhelo del día a día a eso que no queda más remedio
ver cuando uno vuelve. Preguntar y no hallar respuesta, solo excusas y más
excusas que no sirven para nada más que para tener más angustia a volver que la
vez anterior, y así sucesivamente. De repente hay un bucle a mi alrededor que
ha cambiado todo aquello cuanto conocía, lo más cercano, lo que más quería. Hay
momentos en la vida en los que el tiempo pasa deprisa, las cosas fluyen y el
día a día es ligero, sin embargo es así como se saborea lo bueno, despacio, con
calma, dándole a cada cosa el tiempo que requiere para encontrar la esencia de
los momentos…y realmente creo que es eso, esa esencia, la esencia de los
momentos es lo que ha desaparecido. No sé cómo ha pasado, ya que siguen
existiendo, pero ya no son como antes. Suena el timbre y no espero nada, llegan
cartas sin dueño, hablo para las paredes
ya que los oídos de mí alrededor hace tiempo que quedaron sordos. Sordos
porque ya no quieren escuchar o porque simplemente no hay nada que merezca la
pena oír, no lo sé, el caso es que solo hay eco… Ese eco que te engaña y te
distorsiona la realidad, de tal forma que para todo buscas una excusa, no una mentira,
sino algo a lo que aferrarte en compensación a ese silencio, todo tiene un por
qué de repente, pero a mí sigue sin
convencerme ninguno…
Es ahora cuando empiezo a darme cuenta de que he perdido la
esencia de los momentos, no hago por buscar una buena, una que me llene,
simplemente intento que no haya ninguna mala o que aunque la haya no me
amargue, y con eso tristemente me conformo…
Abandonarte a una suerte que no tiene metas, que no hay
ilusiones, solo deseos de que lo poco que queda no se derrumbe, centrarme en lo
que tengo y descuidar aquello que creí perdido pero que a lo mejor he perdido
por creer eso mismo, no sé, es complicado pero llegados a este punto, cuando la
pregunta no es que quiero, sino qué será lo próximo supongo que no hay mucho con
lo que soñar, ya que cualquier atisbo de un pasado mejor duele, duele por
perdido y no por pasado.
Tener miedo de
encontrar la felicidad no por el hecho de perderla, sino porque un día me la
puedan arrebatar. Soñar fue simple mi filosofía de vida, ahora ya no, ya no es
divertido porque las posibilidades de alcanzarlo todo se han esfumado, pero
bueno supongo que es culpa mía, por eso mismo, porque ya no pienso en querer,
pretender, proponer, soñar…sino que pienso para qué querer, para qué pretender,
para qué proponer, para qué soñar…si todo cuanto quise, pretendí, me propuse,
soñé se ahogó junto con todo aquello que no hace tanto era mi vida.
Recuperar la esencia de los momentos no será fácil, no será
de un día para otro, y lo más importante, tampoco será algo que vaya a
conseguir yo sola, como hasta no hace mucho yo creía. No será porque no haya
una puerta a la que llamar, ni un número que marcar, ni un nombre que gritar,
ni siquiera una lágrima que mostrar…sino porque hay una cosa que nunca supe
hacer, y esa es pedir ayuda, decirle a alguien te necesito, pedir un par de oídos dispuestos a escuchar o
simplemente un consejo que me pueda encaminar. Pues bien, algo tan sencillo
cualquiera de esas cosas, no entra en mi cabeza. Digo yo que algún día me daré la razón a mí
misma y aceptaré esa mano, marcaré ese número, lloraré abiertamente o diré las
palabras mágicas; pero como cualquier cambio importante, lleva su tiempo, yo me
tomaré el que necesite, igual confío mucho porque de aquí a que pase eso
seguramente habré perdido más de lo que podría haber ganado habiéndolo hecho
por el camino fácil…pero creo que me arriesgaré, ya que si algo hay en mi vida
que no haya cambiado ni una pizca son los buenos amigos, y aunque a veces me
vean en “babia”, o no de señales de vida en días, incluso semanas, o no me
apetezca salir, o haya cambiado mi manera de ver las cosas en general… se que
si en mi destino está encontrar esa esencia, será ellos quienes me guíen y será
en ellos donde la encuentre.