miércoles, 23 de noviembre de 2011

Latidos vidriosos.

Esa fría sensación que me produce saber que todo lo que está a mi alrededor sea de cristal, cuanto más respiro, más se resquebraja, como todo aquello que me importa. Tenerlo entre las manos, sentir su gélido tacto vítreo, acariciarlo, y en un pequeño suspiro, hacerlo pedazos. Atormentada por la duda de si merece o no la pena intentar tener algo tan delicado como es un pedacito de cristal que a la mínima se puede romper, y si te descuidas incluso podría herirte... Ajena a su brillo embriagador a tras luz que embelesa con su intacta transparencia, la incertidumbre de cuanto durará ese brillo, y cuanto tardará en romperse sin oportunidad de poder evitarlo...

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